martes, 19 de julio de 2016

Trump y su as bajo la manga

Este día martes 19 de julio de 2016, contradiciendo todas las expectativas formuladas por los mejores analistas en los Estados Unidos hace un año, el precandidato del Partido Republicano a la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump, obtuvo la nominación oficial del Partido Republicano para contender por la presidencia de su país en las elecciones que se llevarán a cabo en noviembre de este año.

¿Pero cómo es posible -dirán algunos- que un hombre que ha hecho de la mentira su principal arma electoral de combate haya podido ganar la confianza y el respeto de millones de sus coterráneos, sin compungirse cuando sus afirmaciones son exhibidas como falsas? Su lista de mentiras es interminable. Trump afirmó, por ejemplo, que miles de musulmanes en Nueva Jersey celebraron públicamente los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001, lo cual es falso, agregando a su mentira que también vió notas en televisión que lo mostraron, lo cual también es falso. Declaró que el gobierno de Barack Obama apoyó a al-Qaeda en Irak (falso) y que de esta política surgió el Estado Islámico (más falso aún, habido el hecho de que el Estado Islámico nació ni en Irak sino en Siria). Donald Trump ha presentado como prueba de que sabe hacer tratos de negocios y que por lo tanto sería un buen presidente su libro The Art of the Deal publicado en 1987, pero en un artículo publicado en el semanario The New Yorker, Tony Schwartz, a quien Trump presenta como coautor pero que realmente escribió el libro, ha señalado lo poco que Trump aportó al contenido y las faltas de carácter que exhibió en el proceso de preparación del volumen. Trump ha afirmado que The Art of the Deal ha sido el libro de negocios más vendido en la historia, lo cual también es otra gran mentira.

Y no solo es un gran mentiroso. Se mofa de los discapacitados, se burla de los héroes de guerra norteamericanos, y es un misógino al que le gusta ridiculizar a las mujeres. Esto además de que recurre al discurso de odio racial y a la xenofobia extrema culpando a los mexicanos y a los inmigrantes en general de casi todos los problemas que hoy aquejan a la Unión Americana.

Un hombre así debería de estar en el fondo de las preferencias electorales. Pero de acuerdo a varias encuestas Donald Trump se encuentra muy cerca de Hillary Clinton en las encuestas y algunos de los sondeos de opinión lo colocan en un virtual empate técnico con Hillary. Una cosa es que un candidato presidencial se pueda dar el lujo de ser grosero y comportarse como un verdadero payaso aprovechando las libertades que le concede su país, y otra cosa muy diferente es que a millones de norteamericanos les guste un hombre así para gobernar a la Unión Americana por los próximos cuatro años, un hombre al que ya como presidente se le entregarán los códigos nucleares con los cuales puede, si así lo desea, desencadenar la Tercera Guerra Mundial que seguramente será la última, acabando con todo rastro de vida en el planeta mucho antes de que el calentamiento global lo haga. En última instancia, el verdadero problema no es Donald Trump, el verdadero problema es la decadencia que está empezando a mostrar la sociedad norteamericana en asuntos verdaderamente importantes al tomar en serio a un hombre que carece por completo de las habilidades y la experiencia del estadista que se requiere para poder navegar en un mundo cada vez más globalizado y complejo. Si a través de las elecciones primarias millones de norteamericanos han convertido a Trump en el candidato presidencial del Partido Republicano, esto le está enviando un mensaje extraordinariamente grave al resto de la comunidad mundial sobre lo que se está gestando en dicho país, ni más ni menos que el equivalente de la Bestia del Apocalipsis.

Dadas sus posturas extremistas, su inocultable racismo y su odio anti-mexicano, entre los analistas hispanos todavía hay quienes creen, basados en encuestas que favorecen ligeramente a Hillary Clinton, que con el voto latino en su contra Donald Trump no podrá ganar las elecciones en los Estados Unidos y convertirse en el próximo presidente de dicho país. Pero esto es darle al voto latino en los Estados Unidos en contra de Trump una importancia exagerada, máxime que en las elecciones primarias en Nevada el payaso gritón ganó entre los latinos de Nevada pese a sus numerosas declaraciones anti-inmigrantes, desafiando una vez más los pronósticos de los analistas.

De cualquier modo, hay quienes se aferran a la esperanza de que, a última hora, Hillary Clinton derrotará a Donald Trump así sea por un margen escaso cuando se le empiece a dar importancia a todas las declaraciones que ha formulado Trump a lo largo de su escabrosa trayectoria política. Pese a lo endeble y lo voluble que está demostrando ser el electorado norteamericano actual, la mayoría de los sondeos de opinión sugieren que Hillary Clinton obtendrá más votos que Donald Trump en las elecciones presidenciales, y siendo así dan por hecho de que Trump no podrá llegar a la presidencia. Pero esto último supone que en Estados Unidos, el paradigma de la democracia occidental, siempre ganará el que obtenga la mayor cantidad de votos de la gente, habido el hecho de que en la democracia se gana o se pierde por un voto, y Hillary Clinton podría llevarle en estos momentos una ventaja a Trump de algunos cientos de miles de votos, si no millones.

Pero Trump tiene un as que está guardando bajo su manga. Se trata de su arma secreta. Él sabe perfectamente bien que en Estados Unidos no gana el candidato que obtenga la mayor cantidad de votos de la gente, esto es una ficción de la democracia norteamericana al estilo de las mentiras de Donald Trump. En Estados Unidos gana el que obtiene la mayor cantidad de votos en ciertos estados clave. Es perfectamente posible que Trump obtenga medio millón de votos menos que Hillary Clinton en las elecciones generales, y aún así podría derrotarla y convertirse en presidente.

¿Pero cómo es esto posible? exclamarán algunos lectores azorados.

En Estados Unidos no gana aquél que obtenga la mayoría de los votos de la gente. La gana quien obtenga una mayoría a través del Colegio Electoral. Esto no es algo reciente. Viene desde los tiempos de la fundación de Estados Unidos, cuando se llevó a cabo en 1787 la Convención de Filadelfia también conocida como la Convención Constitucional, en donde se utilizó el Plan de Virginia como base para las discusiones por haber sido la Delegación de Virginia a la Convención quien lo propuso primero.

No triunfa quien se lleva la mayoría de los sufragios emitidos sino la mayoría de los 538 votos en el Colegio Electoral. El Colegio Electoral es la institución encargada de decidir quiénes se convierten en Presidente y vicepresidente de Estados Unidos. Se integra con “electores” por los que votan los ciudadanos. Cada uno de los 50 estados del país y el territorio de la capital estadounidense tiene asignado un número de votos electorales que suman 538. Ese número sale de sumar los 435 escaños de la Cámara de Representantes, los 100 del Senado y tres adicionales, correspondientes al Distrito de Columbia. Para llegar a la Casa Blanca, hace falta sumar al menos 270 votos electorales. Es decir, la mitad más uno, considerando que son sólo dos los partidos que dominan la política de EU desde hace siglo y medio. Los estados que han votado mayoritariamente por el candidato presidencial Demócrata en las últimas seis elecciones presidenciales le han dado a ese partido una base de 242 votos electorales. Es decir, el aspirante presidencial Demócrata sólo ha tenido que salir a buscar 28 votos electorales más para ganar. Esos estados (y su peso en votos electorales) son los siguientes: California (55), Nueva York (29), Illinois (20), Pensilvania (20), Michigan (16), Nueva Jersey (14), Washington (12), Massachusetts (11), Wisconsin (10), Minnesota (10), Maryland (10), Connecticut (7), Oregon (7), Rhode Island (4), Maine (4), Hawái (4), Vermont (3), Delaware (3) y Distrito de Columbia (3). Son los estados del voto duro Demócrata, que pueden contrastarse con los del voto duro Republicano, que son 13 y suman, todos juntos, 102 sufragios electorales, menos de la mitad de lo que suman los anteriores. El resto de los 19 estados –que, juntos, representan 194 votos electorales– son el verdadero campo de batalla de la elección presidencial.

Para fines comparativos el Colegio Electoral en Estados Unidos funciona de un modo parecido a los diputados plurinominales y senadores plurinominales en México. Nadie vota por ellos directamente, sus nombres nunca aparecen en las boletas electorales, solo los logos de sus partidos, y es muy posible que sus partidos pierdan por amplio margen, pero aún así por la repartición proporcional de curules y escaños en la Cámara de Diputados y la Cámara de Senadores tenemos en el Congreso de la Unión a tipos plurinominales que en una democracia pura jamás habrían puesto pie en el Congreso como legisladores. Hay voces respetables en Estados Unidos que han propuesto deshacerse del Colegio Electoral para poder permitir que Estados Unidos pueda graduar de una democracia que realmente no lo es a una democracia verdadera, pero el hecho de que el Colegio Electoral venga desde los tiempos de la fundación de la Unión Americana ha hecho que, por respeto reverente a los padres fundadores y promulgadores de la Constitución, tal adefesio histórico siga en pie como si se tratase de una vaca sagrada que tiene que ser respetada por su edad y por cuestiones que más parecen ser cosa de filosofía religiosa que filosofía política.

El asunto del que hablamos aquí no es poca cosa. En el año 2000, el candidato Al Gore obtuvo más votos que los que obtuvo George Bush. Al Gore debería haber sido presidente de los Estados Unidos en vez de George W. Bush. Es lo que el pueblo norteamericano expresó mayoritariamente en las urnas. Y sin embargo, Al Gore no fue investido como Presidente, el premio mayor fue a dar a manos de George Bush, el hombre que con la mentira de las armas de la destrucción masiva terminaría arrojando a su país a unas guerras costosas en Irak y Afganistán que costaron miles de vidas de soldados norteamericanos además de quebrar a la economía norteamericana enviándola a una recesión de la que todavía no sale. ¿Pero cómo fue esto posible? se preguntarán algunos. Fue posible porque, si bien George Bush no obtuvo más votos que Al Gore, sí obtuvo más votos en el famoso (y anti-democrático) Colegio Electoral, que es lo único que realmente cuenta al final de cuentas. En las elecciones en Florida, la contienda electoral llegó a extremos tan ridículos que toda la atención del país estuvo enfocada en el estado de Florida, un estado con un peso enorme en el Colegio Electoral en esas elecciones, y el resultado final de la elección presidencial se estuvo empezando a basar en el recuento manual, voto por voto, de ciertas casillas de dicho estado, hasta que la Suprema Corte de Estados Unidos excediéndose en sus funciones metió su mano y ordenó que el recuento de votos fuera detenido. De este modo, una dividida Suprema Corte falló en diciembre de 2000 en favor del Republicano George W. Bush al suspender el recuento de boletas en la Florida dando un fuerte golpe a las esperanzas del Demócrata Al Gore de alcanzar la presidencia. La corte más alta del país votó que la orden de recuento de votos del Tribunal Supremo de la Florida presentaba problemas constitucionales, pero se dividió totalmente al determinar si debían ordenarse nuevos recuentos para remediar el problema. Los magistrados llegaron a una decisión en la que afirmaron que el recuento dispuesto por la corte en Florida violó derechos de igualdad y que no había suficiente tiempo para realizar un nuevo recuento que tuviese respaldo constitucional. "Debido a que resulta claro que cualquier recuento que procure cumplir con el plazo de 12 de diciembre será inconstitucional... revertimos el fallo de la Corte Suprema de la Florida que ordena que se proceda el recuento", dijo el tribunal. Según la opinión de muchos expertos en temas jurídicos, era posible que se reanudara el recuento manual, siempre y cuando se estableciera un mecanismo nuevo y uniforme. El tribunal emitió su fallo en una decisión sin firmar. El presidente de la Corte Suprema William H. Rehnquist y los magistrado Antonin Scalia y Clarence Thomas expresaron sus opiniones por separado, indicando que la Corte Suprema de la Florida también violó la Constitución y la ley federal al ordenar el recuento. En desacuerdo, el juez John Paul Stevens dijo que aunque nunca sabremos con total certeza la identidad del ganador de la elección presidencial del 2000, la identidad del perdedor era perfectamente clara.

Así pues, Donald Trump no tiene ninguna necesidad de obtener más votos que Hillary Clinton en las elecciones presidenciales de 2016. Le basta con obtener más votos que ella en ciertos estados clave. Y esa es su arma secreta. Es su as bajo la manga. Trump va a concentrar sus esfuerzos en los estados con mayor peso en el Colegio Electoral. Uno de tales estados es el estado de Virginia, al cual le debe Estados Unidos el concepto del Colegio Electoral. Otro estado es Florida, en donde Donald Trump tundió al precandidato Marco Rubio pese a ser un Senador de Florida.

Hay analistas que opinan que el triunfo de Donald Trump es altamente improbable, por no decir imposible, y razonan de la siguiente manera: Mientras los Demócratas sólo requieren ir por 28 votos electorales en los 19 estados que se han mencionado arriba, los Republicanos necesitan obtener otros 168. Donald Trump tiene que lograr esto en menos de cien días. Según tales analistas, la forma más sencilla en que Trump puede asegurarse los 270 votos electorales que necesita es ganando los estados de Florida, Ohio y Pensilvania. Añaden los analistas que el problema es que Florida es un estado altamente competido. Se trata del mismo estado en el cual en 2000 George W. Bush lo ganó con apenas 537 votos luego de un polémico recuento; con ello, Bush se llevó los 23 votos electorales del estado y pudo superar a nivel nacional a su rival demócrata, Al Gore, por 271 a 266 y convertirse así en el cuadragésimo tercer Presidente de Estados Unidos. Sin embargo, como ya se dijo arriba, Gore ganó la mayoría de la votación depositada en la elección por ¡más de medio millón de sufragios! Florida es también el estado de Jeb Bush, exrival de Trump por la candidatura Republicana, quien no se apareció en la reciente convención del partido de postulación oficial de Trump. Algo similar pasa en Ohio, un estado que siempre ha ganado el candidato Republicano que llega a la Casa Blanca. Allí, Trump está enfrentado con el popular gobernador John Kasich, quien también fue su contrincante por la nominación Republicana. Y en el caso de Pensilvania, ningún candidato Republicano a Presidente ha ganado ese estado desde que lo hizo George Bush padre en la elección presidencial de 1988.

El único problema con tales argumentos es que la mayoría de los analistas que hablan sobre un improbable triunfo de Donald Trump son los mismos que hace apenas un año consideraban altamente improbable que un precandidato tan soez y tan vulgar con un racismo anti mexicano tan evidente además de su misoginia y sus numerosas mentiras pudiera llegar a ser el candidato oficial del Partido Republicano a la Casa Blanca. El tiempo les demostró lo equivocados que estaban.

Y hablando nuevamente de Florida, precisamente cinco días atrás el jueves 14 de julio apareció en los periódicos una sondeo publicado por la Universidad de Quinnipiac, de acuerdo al cual en Florida el candidato presidencial Donald Trump tiene una ventaja del 42 por ciento contra 39 por ciento de Clinton. Las notas dicen: “Rebasa Trump a Clinton en estados clave. Pese a un atropellado comienzo, el aspirante republicano Donald Trump parece recuperar impulso en las encuestas. El magnate inmobiliario superó a su contrincante demócrata Hillary Clinton en los estados clave de Florida y Pennsylvania, de acuerdo con un sondeo publicado por la Universidad de Quinnipiac. En Florida, Trump tiene una ventaja del 42 por ciento contra 39 por ciento de Clinton, lo anterior es una diferencia sustancial respecto al mes pasado, cuando la demócrata lideraba con el 47 por ciento contra el 39 por ciento del magnate. Trump también robó a Clinton Pennsylvania, donde ahora lidera con el 43 por ciento de las preferencias contra el 41 por ciento de la exsecretaria de Estado. El mes pasado, Clinton consiguió una delantera similar, con 42 por ciento contra 41 por ciento de Trump. Ambos están muy parejos en Ohio, donde los republicanos se reunirán formalmente para designar a Trump de forma oficial como su candidato a la Presidencia durante la Convención Nacional Republicana de Cleveland. Tanto Hillary Clinton como Trump tienen el 41 por ciento de las preferencias allí, y el mes pasado empataron con el 40 por ciento. El giro en las preferencias electores se produce tras una semana difícil para la campaña de Clinton en la que la también exprimera Dama logró zafarse de cargos criminales del FBI sobre el uso que le dio a su servidor de correo personal en su periodo como Secretaria de Estado. Clinton ha tenido dificultades para ganar electores durante las precampañas, y la polémica por su correo le dio municiones a Trump y los republicanos para atacar su confiabilidad. “Aunque no existe una relación clara entre el retroceso de Clinton en Florida y la decisión del Departamento de Justicia de Estados Unidos de no procesarla, (Clinton) ha perdido terreno frente a Trump en cuanto a moral y honestidad”, explicó a The Hill Peter A. Brown, auxiliar directivo de la encuesta de la Universidad de Quinnipiac”.

El número mágico de votos a obtener en el Colegio Electoral es de 270 votos. El primer candidato que los obtenga se convertirá en el próximo presidente de los Estados Unidos. Y si ninguno de los dos puede obtener los 270 votos que se requieren, entonces los votos del Colegio Electoral pasan directamente al Congreso norteamericano, en donde el partido Republicano de Donald Trump cuenta con mayoría.

Si Donald Trump se encuentra en un empate técnico  total con Hillary Clinton en cuanto al número total de votos se refiere, o sea suponiendo que ambos tengan la misma cantidad de votos a su favor cuando se lleven a cabo las elecciones, entonces Trump inevitablemente ganará si tiene una mayor cantidad de votos en esos estados clave dentro del Colegio Electoral, lo cual puede ocurrir inclusive si Hillary obtiene más votos que Trump. Y Trump podría convertirse inevitablemente en el próximo presidente de los Estados Unidos. En todo esto hay una sensación extraña de inevitabilidad y de que los humanos en buena medida estamos todos a merced de fuerzas del destino que están fuera de nuestro control. Lo que sucedió en Estados Unidos y en Florida en el año 2000 podría volver a repetirse. Las consecuencias de que George Bush haya llegado de esa manera a la presidencia del país más poderoso del mundo fueron devastadoras, aún se están sufriendo las consecuencias de esa aberración histórica ocurrida hace dieciseis años. Pero en el el 2016, las consecuencias para Estados Unidos y para el mundo entero podrían ser más devastadoras aún, empezando con la aplanadora que se les viene encima a todos los migrantes indocumentados . Todo lo que tiene que hacer el empresario de los casinos de juego Donald Trump para convertirse en el hombre más poderoso del mundo es sacar su as bajo la manga para darle la sorpresa al mundo entero, una muy amarga sorpresa. Y si lo logra, nadie lo podrá detener, nadie.

2 comentarios:

ManuelaMilan dijo...

Señor, su comentario es una loa constante pero callada de la candidata Clinton. Usted habla de las mentiras de Trump, pero se olvida, descaradamente, de la mentirosa mayor y de la influencia funesta que representaría ser la presidente de este país.¿Si no fue, la señora, capaz de ejercer su puesto de Secretaria de Estado, con honradez y transparencia, que podríamos esperar si le damos el mando? Me imagino que nos quedaremos peor que cualquier país bananero.

Armando Martínez Téllez dijo...

La señora Clinton tiene también mucha cola que le pisen, y una prueba de ello es el escándalo de los correos electrónicos que estuvo manejando en un servidor sin que contase con los protocolos de seguridad que se requieren para manejar documentos confidenciales propios de una Secretaria de Estado. Sin embargo, a diferencia de Donald Trump, ella no ha injuriado públicamente a los mexicanos como lo ha hecho Donald Trump quien ha clasificado liberalmente a todos los mexicanos como narcotraficantes, violadores y criminales. Ese solo hecho basta para que Hillary Clinton, al menos para un mexicano común y corriente, sea mucho más preferible como presidente del país más poderoso del mundo, que un payaso bufón y misógino que tras el tercer debate presidencial (el cual perdió al igual que los anteriores) parece que se encamina hacia una derrota catastrófica de acuerdo a las encuestas más recientes. Lo asombroso es que, pese a su misoginia, Donald Trump todavía cuente con el apoyo de mujeres dispuestas a darle su voto a sabiendas de cómo piensa siendo que a estas alturas tal apoyo debería ser igual a cero, como igualmente asombroso es que Donald Trump cuente todavía con el apoyo de hombres y mujeres con nombres y apellidos hispanos (a los cuales también destesta), aunque en este último caso se tiene en México un refrán que dice “el que por su gusto es buey, hasta la coyunta lame”. Esto mismo lo vemos en Venezuela, en donde pese al hambre y el desempleo que están azotando al país por causa de las políticas socialistas a ultranza de Nicolás Maduro, todavía hay miles que lo siguen apoyando y sosteniendo en el poder siendo que ya debería de haber sido echado fuera y reemplazado por otra opción. Esto nos recuerda que, inclusive en los tiempos de la decadencia del imperio romano, siempre había algunos que apoyaban a Nerón y Calígula, y por eso mismo estos desquiciados pudieron hacer todo lo que quisieron hasta que la situación se volvió inaguantable para todos.